El liberal

Reflexiones que se perdían en el aire, notas y apuntes, digresiones del discurso rutinario… una mirada que pretende intuir el mundo de hoy con la ayuda del liberalismo de ayer.

viernes, diciembre 09, 2005

ROUSSEAU, DIRECTOR DE ESCUELA.

La concepción antropológica del "buen salvaje" rousseauniano parece estar detrás del sistema educativo español. El ser humano sería bueno por naturaleza, pero una sociedad maligna, por reglamentada, lo pervertiría. Supresión de la autoridad y abolición de la responsabilidad individual son las consignas. Unas consignas que se derivan de un igualitarismo estúpido. Si el socialismo acababa con la riqueza para repartir pobreza, la corrección política en el sistema educativo termina con el conocimiento para repartir idiotez.

La autoridad desaparece al igualar profesores y alumnos. Los educadores no pueden hacer efectiva su jerarquía, porque sancionar el compartimiento incorrecto de los estudiantes sería frenar la libre expresión del buen salvaje. Lo que deberán hacer es dialogar, situar ambas partes como interlocutores iguales. De este modo, los jóvenes pronto verán que pueden situarse a la misma altura que los adultos, aunque no lo sean, y éstos perderán el respeto que les es debido y su autoridad desaparecerá. Las fuentes del conocimiento, así, pierden cualquier legitimidad.

Por otra parte, si no se exige al estudiante la búsqueda del conocimiento, si desaparece la competencia, ya que se intenta que todos sean iguales (¿de idiotas?), perderá cualquier mínimo de autoexigencia. ¿Para qué estudiar si las notas no sirven, si puedo pasar de curso fácilmente, si el esfuerzo no es valorado? De esta cuestión a crear un ambiente de auténtico salvajismo en las aulas hay sólo un paso.

En realidad, éste es un sistema altamente reaccionario, aunque con disfraz de progre. Al desaparecer la meritocracia en la educación, sólo la capacidad adquisitiva de los padres es una variable que determina la futura posición social de los hijos.

Si el futuro bienestar de un país depende del sistema educativo, y creo que así es, mal vamos. Andaremos a cuatro patas, aunque sea en un falansterio.

martes, diciembre 06, 2005

SAN AGUSTÍN, CORRECCIÓN POLÍTICA Y RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL.

De vuelta de Milán, reemprendemos el blog. Como muchos otros visitantes, pensaba que la belleza de la capital lombarda se limitaba a un paseo entre el teatro de la Scala y el Castello Sforzesco, pasando por la galería Vittorio Emanuele II y el Duomo con su piazza. Es lo que había visto en una anterior visita. Sin embargo, ahora, pude apreciar los barrios situados al sur del Duomo, con sus iglesias del siglo IV, como Sant’Ambrogio y San Lorenzo alle Colonne, la Universidad Católica, los antiguos cafés en las empedradas y curvilíneas calles, los canales, etc. Y no olvidemos, al norte del Duomo, la pinacoteca de Brera y, claro, las tiendas de la via della Spiga y de via Montenapoleone.

Cosas de la vida. Andaba leyendo esos días Las confesiones de San Agustín, cuando caí en la cuenta de que él había sido bautizado por San Ambrosio en la ciudad donde me encontraba. Así que esta vez no podía irme sin ver el baptisterio paleocristiano bajo el Duomo, donde, dicen, se había realizado tal bautismo. Allí, Agustín había llegado tras años de militancia en una secta maniquea, pero, también, tras muchas dudas y escepticismo.

Como hoy los “correctos”, los maniqueos no creían en la responsabilidad individual. “Mi pecado totalmente incurable era no creerme pecador” (Libro V, Cap. X). Pensaban que si actuaban incorrectamente, había que buscar la responsabilidad en dios, ya que él era quien les guiaba por esos caminos. Hoy, para los nuevos “protectores de la verdad”, Estado y sociedad (aquello que según la Thatcher, y quizás con razón, no existe) son los únicos culpables de todo: del fracaso escolar, del vandalismo, de cualquier falta individual... En realidad, esta posición no hace más que agravar los problemas. Los individuos, como los pirómanos que flambeaban coches en Francia, no se creen pecadores, como no lo creía San Agustín en su época maniquea. ¿Será el Estado un nuevo Dios que actúa a través de los individuos sin que la voluntad de éstos pueda hacer nada para evitarlo?

San Agustín, con su conversión cristiana, inició una denuncia de la opinión general de su época que sigue siendo totalmente válida hoy en día. Así, escribe: “Ved adonde cae la persona débil, no unida aún a la verdad estable. Es llevada y traída, arrojada y sacudida, según soplen los vientos de las lenguas de los que emiten su opinión. La luz se le oscurece y no ve la verdad, a pesar de tenerla ante la vista” (Libro IV, Cap. XIV). Y reconoce que, estando equivocado en su juventud, amaba aquello que amaban los demás, y más lo amaba cuanto más lo amaban los demás; y ésta es, además, la forma más rápida de encontrar el aplauso del resto de mortales.

Como liberal, prefiero el aristotelismo de Santo Tomás de Aquino que el neoplatonismo agustiano, pero ya saben que quien ve con un solo ojo u oye con un solo oído, no percibe la realidad, sino una parte o una deformacion de ésta. Además, el testimonio de San Agustín no tiene desperdicio ya que nos muestra una época, los días finales de Roma, que, lamentablemente, se parece tanto a la nuestra.

lunes, noviembre 28, 2005

ARDE PARÍS Y YO SIN SER POLITICALLY CORRECT (2).

Esta semana me voy a Italia, así que será complicado mantener el ritmo de una entrada diaria en este incipiente blog. De todas maneras, espero traeros alguna reflexión de Giovanni Sartori, alguna fantasía de Italo Calvino o alguna anécdota de Silvio Berlusconi. Como el campamento base estará situado en Milán, supongo que os contaré la vida y los milagros de San Ambrosio, uno de los padres de la Iglesia católica, enterrado en la capital lombarda.

Hoy, sin embargo, querría destacar una entrevista de La Vanguardia, mi periódico catalán preferido. Liberal, cristiano (al menos no abiertamente anticristiano como otros), inteligente y claro, aunque con un punto de corrección política. Pues bien, el entrevistado es el sociólogo francés Alain Touraine, quien desvela que la causa de los disturbios en Francia no es la pobreza, ni tampoco la falta de trabajo. Ya lo señalé hace unos días. ¿Cómo va a afectar el desempleo a púberes que no tienen edad suficiente para entrar en el mercado laboral? Resulta paradígmatica la insistencia -posiblemente con el simple objetivo de provocar- del periodista, Lluís Amiguet, en el elemento económico, en la lucha de clases, como explicación de los disturbios. Por cierto, según Carlos Mendo, el Estado francés ha invertido 30.000 millones de euros en los "barrios sensibles" desde el año 2000 ("Identidad y pasaporte", El País, viernes 25 de noviembre de 2005). Al final, el entrevistador reconoce: "Francamente: pensaba que la economía era la raíz del problema". A lo que el entrevistado responde: "Usted y toda la clase política". ¡Aaah! Clara denuncia de la ceguera de la opinión general, de la hegemonía cultural, de la victoria de Gramsci. Gracias, sr. Touraine. Voy a comprar su libro, Un nuevo paradigma (ed. Paidós).

El problema es la cultura. Se trata de las IDENTIDADES. Según Touraine, los franceses consideran a los inmigrantes, y a los hijos y los nietos de éstos que ya han nacido en Francia, como ciudadanos de segunda. Vamos, igual que eran tratadas las mujeres hace no tantas décadas. Este menosprecio es percibido, sobre todo, por los franceses de orígen árabe. ¿Y qué pasa cuando alguien apunta tus diferencias? Pues que las intensificas, las exageras, las exacerbas. "Si no te aceptan como uno de ellos, tú acentúas con orgullo aquello que te diferencia y te margina: serás más árabe", contesta el sociólogo. Creo que leí algo parecido hace unos años en Identidades Asesinas de Amin Maalouf (No lo puedo corroborar porque presté el libro. Dicen que hay dos clases de idiotas. Unos, los que prestan un libro. Otros, los que lo devuelven). Los políticamente correctos, y huelo que Maalouf está entre ellos, creen que los principales culpables son quienes ven (¿los occidentales?) estas diferencias, no quienes las ejercen (¿los musulmanes?) o, como en los siguientes casos, las perpetran. Veamos un ejemplo que explica Touraine: las musulmanas francesas "no pueden salir de casa con faldas, porque si las ve su hermano les pega una paliza y las recluye en casa", ya que va en contra de ese islam que tiene normas para todo. De acuerdo con la regla de tres de los "correctos", la culpa es de Occidente por denunciar que el islam menosprecia la mujer, ya que se provoca un rechazo expresado en un mayor maltrato a éstas. Así, si los franceses "de primera" creen que los musulmanes de las periferias son unos delincuentes, estos acabarán siéndolo. La profecía que se autocumple. Menos mal que Touraine es más inteligente y no señala cuál de las dos partes -básicamente porque es imposible saberlo- es la que empieza a girar esta rueda maligna, este círculo vicioso que, en mi opinión, no ha hecho más que empezar y que se retroalimentará hasta convertirse en el principal problema de Europa.

Seguiré con este tema porque aborda todos los elementos que quería que tuviese este blog. Enviad vuestros comentarios y enriqueced el debate. Ciao.

domingo, noviembre 27, 2005

SOBRE LA LIBERTAD... DE OPINIÓN.

No pensaba hablar de algo que parecía tan superado; pero, visto el panorama político español e informado de que la salud de la libertad de opinión tampoco es muy fuerte en muchos otros países, creo conveniente hacer una reflexión. Estoy convencido de que para un mayor bienestar cualquier sociedad necesita, como señala John Stuart Mill en el clásico Sobre la libertad, un mayor bienestar intelectual. Es decir, una búsqueda, mejor si fuera sincera, de la verdad o las verdades. Y no hay medio más eficiente para esta búsqueda que la libertad de opinión. Cuatro serían, según el genio británico, las principales razones que la justificarían.

En primer lugar, negar una opinión podría significar negar la verdad, ya que no somos infalibles. Segundo, la opinión silenciada podría ser errónea, pero, a la vez, contener parte de la verdad y, ya que la opinión general casi nunca posee la verdad completa, sería necesario para nuestra búsqueda el contrastar ambas. Tercero, en el caso hipotético de que la opinión general fuera absolutamente verdadera, si no hubiera alguien que la discutiera, acabaría por convertirse en un prejuicio no comprendido. Y, finalmente, la creación de dogmas no sólo debilitan el sentido de la verdad, sino que la hacen ineficaz y la convierten en un obstáculo para cualquier progreso.
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Vista la necesidad de expresarse libremente, cabría preguntarse sobre la importancia de las formas. Como la respuesta parece clara, sólo diré que, brillantemente, Stuart Mill destaca cómo aquellas opiniones que son censuradas por sus formas suelen ser siempre aquéllas que atacan la opinión general. Además, suelen ser silenciadas con formas aún peores -calumnias, denuncias de ataque a cierta moralidad, etc.- que al provenir de los "poseedores" de la verdad no son tenidas como tales, sino como respuestas lógicas. Cuando esto sucede, ya podemos hablar de ganadores de la hegemonía cultural, de los "correctos".
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En definitiva, sigan opinando lo que les dé la gana. Estarán fomentando el bienestar.

sábado, noviembre 26, 2005

ARDE PARÍS Y YO SIN SER POLITICALLY CORRECT.

Ya son más de dos semanas de atentados contra la propiedad, privada y pública, en Francia; y la mayoría de periodistas siguen sin poder escapar a la dictadura de la political correcteness. ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? Durante siglos habíamos vivido bajo una "ignorancia involuntaria", la de los aldeanos de la obra de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir. Todo era, entonces, explicado bajo el foco del Cristianismo. Hoy, nos invade otra ignorancia, quizás mucho peor, la "voluntaria". Una ignorancia que me hace evidente el triunfo de la hegemonía cultural gramsciana. Sí, a pesar de la caída del muro de Berlín y del fracaso del comunismo real, se ha producido la victoria del marxismo como fuente de sabiduría, como libro sagrado que explica todos los sucesos de hoy en día.

En el siglo XVIII, gran parte de la élite intelectual europea se "iluminó" contra la religión, digamos, la de Dios. Su máximo exponente fue la Revolución Francesa y los crímenes jacobinos en nombre de la Razón. Poco después, la Revolución Industrial haría que el "desencanto del mundo" weberiano llegara a todas las clases sociales. Pero, evidentemente, no se podía vivir en una situación de anomia, sin una fuente, más allá o por encima de los ciudadanos, que guiara nuestras mentes; por eso apareció la Nación. ¡Oh, romanticismo puro! Y con ello vino el imperialismo y la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, ello no nos pareció, a los europeos, suficiente, por lo que se exacerbó el nacionalismo hasta convertirlo en fascismo y nacionalsocialismo. Tras la Segunda Guerra Mundial muchos vieron que ya habíamos tenido suficiente divinización de la nación. Lamentablemente, aún hoy no todos han visto el peligro de anteponer la nación a la ciudadanía, pero de esto hablaremos otro día. Muy pronto.
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Entonces, si el nacionalismo era una ideología demasiado peligrosa -aunque esto parece haberse olvidado-, ¿quién nos iba a dictar la nueva visión del mundo? ¿Qué vidrio íbamos a utilizar? Escuela de Frankfurt, mayo del 68, movimientos antiglobalización... en definitiva, la corrección política de los progres. La corrección política es la que hace escribir a alguno que el actual problema de Francia (que es el de Europa) no tiene nada que ver ni con la inmigración, ni con el Islam. E inmediatamente añade que es un problema del sistema de integración francés, pero ¿no habíamos quedado que no tenía nada que ver con la inmigración? Al menos se atreve a insinuar la inmigración como fuente altamente potencial de conflictos, mientras muchos de los bienpensantes dicen que el problema es sólo del capitalismo salvaje que margina en la pobreza a un cada vez mayor número de ciudadanos. En fin, si no quisiera problemas, lo mejor para mí sería repetir ese mantra. De ese modo, no discutiría con casi nadie y además pasaría por intelectual. No obstante, hay un grave problema: no puedo dejar de pensar. "No pensaré; tal volta és el millor. / No pensaré, però ja estic pensant." Gracias Martí i Pol. Pues eso. Arde París y yo sin ser politically correct.

En ese mismo soneto, el poeta catalán decía que el escribir le liberaba. A veces, leer según qué también lo hace. No podía, por eso, ser más oportuna la traducción del libro Occidentalismo. Breve historia del sentimiento antioccidental de Ian Buruma y Avisha Margalit. De este libro, de las causas de la disturbios en Europa, de las fuentes de la violencia en general contra Occidente, de la desaparición de la cultura del trabajo y sus efectos, y de muchas más cosas hablaremos en un próximo artículo. Por el momento, me quedo con una denuncia de la corrección política tan simplificadora como peligrosa.

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